Puedo escribir sin mirar el papel
porque el odio nunca se tuerce.
Adivino trayectorias por jugar a ver quién llega antes
en este trabajo inagotable
de permitir que la vida tome el control
y nos pase por encima como pasan los aviones
por todas las cabeceras de las pistas de aterrizaje.
El ruido amenazante de turbinas desbocadas
que vencen a La Gravedad sin preguntarse.
El imponente mecanismo que traslada cuerpos diariamente
de una parte a otra parte.
De permitir que el camino nunca se pare.
Y con cada gesto damos de comer a alguien.
Y con esos mismos gestos robamos a alguien.
Y con cada pausa alguien se enriquece.
Sentado junto a iguales diferentes
en el completo disparate de Occidente,
los objetos compiten por brillar más que ninguno
y lo nuevo tiene un valor incalculable.
Se va haciendo de noche sobre Hamburgo,
y fuera, entre la nieve, la perfecta comunión del hombre y su futuro.
Todo forma parte de la misma rueda dentada,
de la misma organización de vida y muerte.
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