Ricardo Cavolo, mi amigo del que ya hablé en este mismo blog, me ha regalado esto por sorpresa. Dice que se le ocurrió mientras veía a Buena Esperanza el jueves pasado en el Nasti. Dice que es una historia rara, con final feliz: “Un monstruo de origen japonés rescata a un niño de un incendio para llevárselo a su cueva”, me explica. “Pero, a pesar de ser un monstruo y de llevárselo a la cueva, el final es feliz, porque en la cueva hay un corazón”.
Que alguien sienta cosas así mientras tocamos se convierte en el motivo por el que tocamos.
Hemos comido gazpacho de emociones, corazón y gratitud.
[Disfrutad de mucho más aquí: ricardocavolo.com].
06/06/2011 a 15:25
cabrón 🙂
06/06/2011 a 15:26
A ti a cabrones no te gana nadie.